febrero 04, 2009

La política nos separa

• Varias razones históricas dificultan la relación bilateral
Eduardo Baldares
ebaldares@larepublica.net






Las malas relaciones diplomáticas San José-Managua no son novedad.
Durante siglos se han juntado roces políticos cual granos de arena, hasta levantar un muro más alto que la barda común.

Del otro lado de la frontera apelan al nacionalismo, como esperando que al pueblo se le olvide el drama de la pobreza, mientras que por este lado ha predominado un sentimiento aislacionista que despierta resentimientos en los nicaragüenses.
El último escándalo fue el protagonizado en enero pasado por Harold Rivas, embajador de Nicaragua en Costa Rica, cuando criticó que los policías fronterizos locales custodiaran la frontera con armas supuestamente pesadas, “en un país que supuestamente no tiene ejército”.



Un par de años antes se había levantado otro polvorín diplomático por supuesto racismo costarricense, a propósito de la muerte del nicaragüense Natividad Canda, atacado por perros rottweiler en un lote privado al que entró sin permiso en La Lima, Cartago, ante la vista de policías, y otras personas.

Tras una manifiesta tensión social, Nicaragua presentó en febrero de 2006 ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una solicitud para que se procesara a Costa Rica por supuestas xenofobia y discriminación contra inmigrantes, la cual fue rechazada.

Hay mucha historia tras los roces. El asunto del control del caudal del río San Juan es una fuente de tensión casi constante entre los dos países desde el siglo XIX, cuando se pensó en la posibilidad de un canal transoceánico altamente rentable a través del Lago de Nicaragua y ese mismo río.
De hecho la Corte Internacional de Justicia de La Haya estudia una querella presentada por Costa Rica por considerar que tiene derechos de navegación sobre una parte del río, a lo que Nicaragua se opone.
Pero principalmente se trata de dimes y diretes entre políticos y vale preguntarse cuáles son las motivaciones de trasfondo desde ambos lados de la frontera.
Por un lado, permiten distraer la atención de los problemas internos, principalmente la pobreza. Por el otro, se consolida el sentimiento aislacionista con respecto al resto de la región.



A nivel costarricense lo que ha prevalecido es “un cierto aislacionismo histórico, aunque esto podría estar cambiando un poco tras las negociaciones que se han llevado a cabo para integrar esfuerzos en temas como aduanas, carreteras, energía y seguridad”, dijo Francisco Barahona, politólogo.
“Son cortinas de humo para tapar no solo la pobreza que hay allá, sino una histórica corrupción de muchos gobiernos”, dijo el periodista e historiador Alberto Cañas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que en el recuadro hay un error; el ingreso per cápita de los costarricenses no es de US$ 11.000 anuales; al año 2008 aún no alcanzaba a los US$ 5.000 anuales.